lunes, 9 de febrero de 2009

DESASTRE DEL 1998

Los EEUU deciden enviar algunos buques de guerra a puertos cubanos en "visita de cortesía". De este modo, el acorazado de 2ª clase Maine recibe la orden de dirigirse al puerto de La Habana, llevando a bordo una dotación de 354 tripulantes. A pesar de la tensión existente entre los dos países, España optó por tomar la llegada de los buques americanos a los puertos de Cuba como lo que simulaban ser,"visitas de cortesía", decidiendo enviar a su vez al puerto de Nueva York y al de Nueva Orleáns a los cruceros acorazados respectivamente. El Maine se construyó en Nueva York, siendo puesta su quilla en 1.888 y terminado siete años después, en 1.895, adoleciendo de numerosos fallos técnicos, motivados entre otros motivos por la escasa experiencia que en el momento de su construcción tenían los astilleros y diseñadores navales americanos. El buque fue clasificado primero como crucero acorazado y posteriormente como acorazado de 2ª clase, aunque en realidad, era muy lento para ser lo primero y estaba mal armado para lo segundo. Sus características técnicas eran las siguientes: 6.682 toneladas de desplazamiento, velocidad máxima de 17 nudos, poseía un blindaje que oscilaba entre los 300 y los 150 mm. de espesor, y como armamento llevada 4 cañones de 254 Mm. situados en dos torres, y 6 cañones de 152 Mm., siendo completado con 7 cañones de 57 Mm. y 8 cañones de 37 Mm., además de 4 tubos lanzatorpedos. Sin embargo, en el momento de su botadura era ya un buque claramente superado por otra clase de navíos más modernos. Tras haber recibido la contraseña "Dos Dólares", el 25 de enero de 1.898, hacia las 11:00 horas de la mañana, hacía su entrada en el puerto de La Habana el Maine, con su casco pintado de un inmaculado color blanco y de ocre para el resto de las estructuras, atracando en la boya nº 4, junto al crucero español Alfonso XII y el acorazado alemán Gneisenau. Las medidas de seguridad que operaban en el buque nada tenían que ver con el tipo de visita que se suponía venía a realizar: se prohibió a la marinería desembarcar para visitar la ciudad, se restringieron las visitas a bordo y como medida de "protección" se mantuvieron municionadas y preparadas para hacer fuego las piezas de pequeño calibre. Durante su estancia en el puerto de La Habana, las autoridades españolas le dispensaron un trato exquisito con el ánimo de evitar cualquier tensión que pudiera precipitar los acontecimientos. Sin embargo, el 15 de febrero de 1.898, a las 21:40 horas de la noche se producían una o dos explosiones y se podía ver como el Maine, con la proa destrozada, se hundía llevándose consigo la vida de 266 marineros americanos. Inmediatamente, la prensa amarilla norteamericana vio en ello la acción de una mina submarina, ofreciendo en algunos casos incluso una recompensa a quien aportase algún indicio o prueba de ello. Las autoridades españolas abrieron una investigación para aclarar el asunto, invitando a la misma a las autoridades norteamericanas; sin embargo éstos declararon que pese a estar en aguas españolas los restos del infortunado buque eran territorio americano, por lo que no permitieron a las autoridades españolas el que pudieran examinar los restos a conciencia. La Comisión Técnica española determinó que la explosión había sido interna y a todas luces casual, basándose en indicios tales como el hecho de que las planchas de acero del casco del Maine estuvieran retorcidas de dentro hacia afuera; de haberse tratado de una explosión originada por una mina o un torpedo, el casco estaría retorcido hacia adentro.
Pero la Comisión de Investigación norteamericana dictaminó todo lo contrario. Así, McKinley podía informar al Congreso norteamericano el 11 de abril de que la explosión había sido motivada por un agente externo, declarando que éste hecho era sintomático de la situación extrema que se vivía en la isla. La opinión pública americana entre tanto era manipulada y engañada por la prensa amarillista de su propio país, iniciándose una campaña para el reclutamiento de voluntarios mediante carteles con el lema de "Recordad el Maine" y "Al infierno con España".
Hoy día todo hace indicar que, verdaderamente la explosión fue interna, motivada por la combustión espontánea de una carbonera junto a un pañol de municiones. De todas maneras, el hecho de que los norteamericanos no consintieran que una comisión internacional, tal como había solicitado España, llevase a cabo las investigaciones, y que finalizada ya la guerra se negasen a llevar a cabo una nueva investigación -solicitada una vez más por España- junto al hecho de que hacia 1.911 los restos del Maine fuesen reflotados y hundidos solemnemente en una fosa del Caribe para evitar posteriores análisis y juicios, habla muy a las claras del oportunismo americano al aprovechar una desgracia para llevar a cabo sus propósitos.